¿Dime como fuiste amado y cuidado y te diré cómo te amas y cuidas y cómo amas y cuidas a otros? Una mirada psicogenealógica, al mundo emocional y afectivo de los maestros y maestras y su vivencia en el aula.

Para entender la dimensión del cuidado desde esta mirada psicogenealógica lo primero será entender este concepto.

La psicogenalogía plantea que  el destino de cada persona está determinado por la historia y la psicología de aquellas generaciones que la anteceden, usualmente se analizan las memorias emocionales de  cuatro generaciones es decir en promedio estamos hablando de la influencia afectiva y emocional de nuestros ancestros en los últimos 100 años.

En esta mirada de lo afectivo la psicogenealogía aporta a la comprensión al descubrimiento de la magnitud, la riqueza, las fisuras, del bagaje emocional  familiar y con él de cada individuo perteneciente al árbol, en este entendido cada árbol familiar cuenta con unos códigos afectivos, que trasmite de generación en generación.

Parafraseando a  Anne Ancelin  Schutzenberger, nos acercamos a la psicogenealogía  para  buscar y encontrar en las experiencias y vivencias de nuestros ancestros, las raíces y orígenes de nuestros problemas a nivel físico y psicológico, emocional, que hacen eco y de una u otra forma afectan la vida de cada uno.

También por la importancia para nuestro proyecto retomamos el concepto de Transgenealogía, “es el estudio, principalmente por parte de los terapeutas, de todo lo que nos afecta el cuerpo, al alma y al espíritu que proviene de nuestra ascendencia, de nuestros antepasados”.[1]

En esencia podríamos decir a la luz de este proyecto, que lo ideal para entender la dimensión de la vivencia afectiva, las emociones y especialmente la gestión de las mismas, así como el cuidado de otros, de si mismo, de la vida en general, debemos de hacer una mirada retrospectiva, en el árbol genealógico, en donde seguramente encontraremos las memorias inconscientes y conscientes de ese actuar.

Pertenecer a un sistema familiar es maravilloso, por que de inmediato recibimos todos los méritos de ese árbol familiar, pero ese pertenecer exige de inmediato una lealtad, que se hace evidente cuando uno realiza su propia genealogía.

Leamos:

“Al establecer su propia psicogenealogía, usted se dará cuenta así de lo que quiere decir –para usted– ser un “miembro leal de un grupo dado”, en particular, de su familia, ya que cada uno se ve llevado a internalizar el espíritu, las esperanzas, las demandas, las expectativas de su grupo, Y a utilizar un conjunto de actitudes específicas que permitan ajustarse a las conminaciones internas o internalizadas. Si uno no asume este tipo de obligaciones, se siente culpable. Esta culpabilidad constituye un sistema secundario de fuerza reguladora….

Bozsormenyi–Nagy lo dice claramente: La elaboración de la lealtad está determinada por la historia de la familia y por el tipo de justicia que esta familia practica y por los mitos familiares. Encuentra resonancia en cada miembro en cada uno de los miembros de la familia. A cada uno le caerá en suerte, por una parte, obligaciones, teniendo en cuenta su posición, su rol; por otra parte, lo que sientan a propósito de las deudas y los méritos, y además, su estilo personal y su manera de amoldarse a la situación.

Sería necesario recordar que cada cultura, cada nación, cada grupo religioso, todos los grupos profesionales tienen, como las familias, sus propios mitos, con respecto a los cuales las personas sean leales o no leales”.[2]

En este entendido cada persona, cada maestro, cada niño, cada directivo de un escenario escolar tiene su propio bagaje, su propia historia, su propio árbol genealógico sus propias lealtades con relación a la expresión de las emociones y la gestión de las mismas, a cada uno se le darán códigos para poder en diferentes situaciones expresarlas, contenerlas, reprimirlas, etc.

Cada familia diseña en forma consciente o inconsciente las estrategias para la gestión emocional y la manifestación de las emociones, el cuidado de las mismas, tanto en el espacio privado familiar como en los escenarios públicos a los cuales cada uno de los miembros del sistema asiste entre ellos la escuela.

De la misma manera la familia en forma regularmente explicita da la reglas de autocuidado y cuidado,  define quienes en el sistema son los elegidos, para hacerse cargo de la protección y el cuidado  especialmente  de los niños, abuelos, los enfermos,  deciden quienes serán los bastones de vejez, es decir, miembros del sistema familiar que fueron concebidos para ser el soporte afectivo, y en algunos casos económico de sus padres y hermanos en el momento de envejecer.

[1] VAN EERSEL, Patricia y MAILLARD, Catherine. Mis Antepasados me duelen. Obelisco, España, 2004, p.31.

[2] Shuzenberger Anne Ancelin. ¡Ay, mis ancestros! Edicial, Buenos Aires, 2001, p. 63.