Tecnología para siervos y estrellas

Sofía, Kenji, Francisco

Sofía, Kenji, Francisco

En el marco de la semana universitaria 2012, las diversas Facultades de la Universidad Distrital organizaron todo tipo de eventos académicos y culturales. Tuve la oportunidad de asistir a una interesante charla de Yokoi Kenji Díaz en la Facultad Tecnológica el día de ayer, martes 09 de Octubre.

Hace ya bastante tiempo que tuve noticia de la labor de Yokoi Kenji pero basta una búsqueda en Google para enterarse de lo más importante de la vida y hazañas del “maestro” Kenji, como es conocido en su sector de origen, San Francisco, en Ciudad Bolívar, Bogotá; por lo tanto de ello solo mencionaré la inusitada popularidad que ha adquirido su discurso, agradable por demás, sobre los más importantes contrastes entre la cultura latinoamericana, colombiana en particular, y la japonesa, dado su origen.  Kenji, de padre japonés y madre colombiana, vivió los primeros 10 años de su vida en Colombia, luego más de 14 en Japón, antes de retornar a nuestro país hace más de 12 años, a compartir sus experiencias.

En diversos videos disponibles en YouTube se puede conocer más sobre la filosofía y proyectos humanitarios de Yokoi Kenji, siendo lo más destacado de su labor el programa turismo con propósito, que incorpora a japoneses en riesgo de suicido en su país natal al seno de familias de escasos recursos económicos, pero de enorme solvencia afectiva, que habitan el sector de Ciudad Bolívar.  Muchas de sus reflexiones considero que deberían ser examinadas y discutidas en la cotidianidad de todas las aulas de clase, desde la educación preescolar, hasta la educación posgradual de nuestro país.

Kenji es un buen conferencista que cautiva e impacta a su auditorio con su sencillez, su lenguaje e ideas preclaras y precisas, oratoria pausada, su seguridad, su sentido del humor con un justo  toque de sarcasmo, su incontrovertible sentido común, sus modales, formalidad y su juvenil apariencia  (nipones sin duda), aunque estimo que tiene más de 36 años a la fecha.

Sería pretensioso y nada breve tratar resumir aquí su charla del día de ayer, la cual empezó con una sentida historia de amor imposible que originó una hermosa composición narrada e interpretada musicalmente por su amigo y socio brasileño-japonés, Clayton Uehara (pensando en tí).  Por ende solo me referiré a las principales ideas que nos compartió Kenji, que no son nuevas, pero que nunca cansan y siempre sorprenden y motivan sin importar cuantas veces nos las repitan.

Convivimos adoptando falsos mitos como por ejemplo que los japoneses, entre otras razas, poseen inteligencia superior a la nuestra.  Según Kenji, son una tribu con arraigadas tradiciones y preceptos, que crean y disfrutan una sorprendente tecnología, la cual no ha logrado desplazar ni superar sus creencias ni principios ancestrales, con excepción tal vez del sentido o carácter social de sus individuos.  Muchos japoneses prefieren aún las formas tradicionales, las interacciones humanas, antes que la sofisticación e impersonalización que apellida a la tecnología moderna que nos legan.  En  lo que verdaderamente nos diferenciamos muchos colombianos de las personas de  otras nacionalidades y culturas es por nuestro desdén hacia la disciplina y lo humanitario, así como por la falta de respeto hacia la vida, la honra y los bienes de los demás seres humanos.

El nombre de su charla “Siervos y Estrellas” se origina precisamente en otro de esos falsos mitos: acatando la premeditada estrategia mercantilista de los medios de comunicación el propósito de cualquier vida debería ser seguir e imitar a esos poquísimos  afortunados que denominamos estrellas (fugaces por demás).  Cuando Kenji le recuerda a uno de sus hijos que Carlos el “Pibe” Valderrama fue probablemente el mejor jugador de fútbol profesional colombiano, su hijo solamente le replica que lo conoce como el mejor vendedor de papas fritas del país.   Compramos cuadernos o ropa porque son publicitados por esas estrellas de la televisión o la farándula.  Quisiéramos ser como alguno de esos futbolistas famosos que ganan millones de dólares por minuto por cada patada que dan, al balón o a sus congéneres.  Esas son nuestras estrellas, inalcanzables y fugaces también.  Pero quien quiere usar la misma ropa de la madre Teresa de Calcuta, o tener el corte de cabello o los lentes de Mahatma Gandhi?  Ellos no fueron estrellas, sin embargo, sirvieron a muchos, salvaron muchas vidas, fueron siervos, que aunque no disfrutaron de anonimato ni riquezas, solo son protagonistas del acervo referencial de las tareas escolares.  Kenji se define a sí mismo como un siervo de su comunidad.  Y obviamente no es incidental la coincidencia del término con el ámbito religioso ya que Kenji maneja con habilidad y discreción ante su público su perfil cristiano.  Independientemente de religiosa o no, su invitación a rescatar el fin social antes que el mercantilista, de nuestros estudios y acciones cotidianas es más que pertinente en nuestro medio desde cualquier óptica.

Una de las 10 actitudes de vida de Kenji, y los japoneses por supuesto, es la disciplina.  Valor que muchos colombianos tenemos relegado al final de la lista, si es que todavía figura allí.  Las demás normas y actitudes seguramente las compartirá  en un libro que me confesó está escribiendo sin prisa alguna como herencia para sus hijos.  Estos principios, convicciones o normas de vida han permitido que los japoneses, sin ser una raza superior ni distinta a la nuestra, hayan llegado a donde están hoy, incluso con problemas derivados de la excesiva soledad en lo presencial que puede generar el abuso de las tecnologías de información y comunicación.

Me agradó mucho su descomplicado reconocimiento de que disfruta hoy de generosa libertad financiera gracias a los años que ha dedicado a servir a los demás y a compartir de manera sobria sus experiencias y certezas personales a través de los medios de comunicación e Internet.  Lejos de ser criticable, es una postura de vida digna de imitar pues como docentes precisamente estamos promulgando a diario a nuestros discípulos que el conocimiento tiene mucho valor también, por su puesto, desde el punto de vista contable, olvidando desafortunadamente en muchas ocasiones, el fin social y lúdico, antes que el personal, que debería representarles a ellos mismos y a su comunidad, la actividad profesional que estamos inculcando en sus mentes y espíritus.

Para la mayoría de los colombianos, y para la nación en general, es una calamidad el necio y generalizado desconocimiento de que tan mal o bien viven los seres humanos en otras latitudes, los valores y costumbres que posee cada cultura o civilización y el querernos apropiar descontextualizadamente de ellos para maquillar nuestra propia y vergonzosa historia,  la peligrosa creencia de que la riqueza es la solución a cualquier problema humano, cuando realmente nuestra pobreza no es material sino mental y que existen formas fáciles, secretas y reservadas de obtener dicha riqueza para unos pocos, sin importar que éstas sean criminales e inmorales;  el falso orgullo de que por ser una raza desconfiada, astuta y tenaz estamos autorizados a envidiar y pasar por encima de cualquier otro ser humano, compatriota o no, porque eso somos y no podemos cambiar.  Y si es menester cambiar que empiece el otro y yo le imito o pretendo que le imito, pues lo contrario no es hacer patria.

Queda pues una invitación a reflexionar permanentemente con sus familiares, amigos, compañeros de estudio y trabajo sobre todas estas experiencias y principios que Yokoi Kenji gratamente nos quiere compartir, y sobre las cuales, por supuesto, cada quien también es libre de asumir, desconfiar y criticar, en especial si es un compatriota por el lado colombiano de Kenji.

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