Canastos: una tradición en peligro de extinción

En un canasto de bejuco asegura haber sido criada. Mientras sus padres trabajaban en la Plaza Real de Tunja, ella dormía por horas en aquel cesto que se convirtió en su cuna. Jugaba, además, con las cucharas de madera, las ollas y alcancías de barro que doña Rita María Vargas y don Cantalicio Trujillo, sus padres, comercializaban los días de mercado en la capital boyacense.

Su memoria es prodigiosa. Próxima a cumplir 70 años, Etelvina Vargas recuerda en detalle la importancia que tenían hace 65 años este tipo de artesanías en la sociedad, pues desde los cinco se dedica a venderlas en diferentes plazas de mercado del departamento de Boyacá.

El canasto era un elemento esencial. No podía faltar en las casas, pues ahí se guardaban las frutas, las verduras, los huevos y en fin, el mercado que se compraba en la plaza. También servía para cargar la carne y hasta a los niños”, indica Etelvina, quien pese a los cambios constantes que se vienen registrado en las costumbres de los consumidores, continúa comercializando este tipo de cestos que se han convertido en íconos de la idiosincrasia de varios pueblos, como es el caso del municipio de Tenza. “Todavía los vendo en Villa de Leyva, Samacá, Ventaquemada, Siachoque y Tunja”, resalta.

Asegura que hace 35 años se vendían en una semana alrededor de 40 docenas de canastos, tras un recorrido por varias localidades y ahora por mucho tres docenas. “La gente ya no los compra porque dicen que les hacen mucho estorbo o los rasguñan. A otros les da pena portarlo. Con la llegada de las bolsas, primero de papel y después de plástico, este arte tiende a desaparecer”, afirma esta laboriosa mujer, quien señala con tristeza que ninguno de sus cinco hijos y ocho nietos optó por aprender este oficio. Por eso, considera, que al fallecer también morirá esa tradición.

Con campañas como ‘Más fibra, menos plástico‘, adelantada por la Gobernación de Boyacá, que buscaba motivar a la gente a usar el canasto en las ciudades, las ventas lograron reactivarse en esa localidad, pues solo en los dos últimos años lograron comercializar 9.000 cestos. Sin embargo, esta iniciativa ya culminó y las ventas volvieron a estancarse.

“Si no hay comercialización nos toca buscar otras alternativas. La gente no comprende que un canasto es mucho más que un objeto que sirve para cargar cosas: es un oficio ancestral con el que contribuimos no solo a conservar las tradiciones, sino también a cuidar el medioambiente, pues evitamos que más bolsas de plástico sigan contaminando la Tierra“, puntualiza.

Fuente de información: https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/canastos-una-tradicion-en-peligro-de-extincion/44786

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